Recargar la despensa

El otoño suele ser un buen momento para dar de comer a la tierra que descansará en invierno. Es la época ideal para planificar la recarga de reservas de humus, cuando la tierra quiere incorporar el carbono fotosintetizado y acumulado en forma de largas cadenas, más fuertes y largas cuanto más lignificados (viejos, fibrosos, secos) estén esos tejidos. Pero las plantas y muchos microorganismos no pueden comer cadenas sino eslabones o trocitos de estos y, por tanto, necesitan una digestión previa, y esta digestión –al igual que en la panza de un rumiante– es también en cadena. Los primeros microorganismos en romper estas cadenas son los hongos, a los cuales les gustan las temperaturas suaves y humedades altas, por lo que es normal que el otoño sea su época de máximo esplendor en la mayoría de regiones peninsulares. Sólo tenemos que recordar el bosque autóctono: setas y hojas cayendo a la tierra, olor a tierra…
Incorporaremos un abono verde de verano con un buen contenido en carbono (nabos o sorgo forrajero ya encañado, por ejemplo). Los hongos lo romperán en moléculas más simples y el frío invernal condensará parte de ellas en la reserva de humus. Tengamos en cuenta que una vez la tierra se enfría (por debajo de 10-15 ºC) o se encharca, los microorganismos no cocinarán nada de lo que les demos. Por tanto, o nos adelantamos unos 30 o 40 días a ese momento o es mejor esperar y elegir una estrategia primaveral. Y lo mismo con los restos de cultivo picados, como la primera tanda de coles que cosechamos a final de septiembre o primeros de octubre. Para restos más leñosos, como los de solanáceas, debemos tener cuidado según el cultivo que venga después, ya que es posible que no podamos plantar nada hasta bien entrada la siguiente primavera; y, además, conviene ayudarles con un poco de estiércol.
Seguiremos la misma dinámica con el compost, sobre todo cuando es joven. Es el momento más seguro para aportar estiércol en superficie si no podemos aplicarlo compostado. Eso sí, es muy difícil predecir cómo se comportará un estiércol crudo.
Para evitar la pérdida de nutrientes, en climas lluviosos es mejor afrontar en primavera el cuidado y reposición del humus en la medida que nuestra tierra y rotación lo permitan. En este caso elegiremos compost maduro para evitar problemas de retrasos.
Hay tierras como las arenosas, o con tendencia al lavado, con peor predisposición a generar humus estable. Esto obliga a pensar más en alimentar al cultivo que en recargar la despensa. Sin embargo, la arcilla y el calcio garantizan que un aporte en otoño, en luna descendente y preferiblemente menguante, llenará la despensa del misterioso pero imprescindible humus, sin el cual la tierra no funciona.
CERAI Aragón. Equipo de Dinamización Local Agroecológica