El plátano nuestro de cada día

Es una de las frutas más populares y cotidianas. Aquella campaña de “todos los días un plátano” tuvo su gracia. Ahora habría que aclarar que lo valioso es que sea ecológico, por su contribución a mejorar la tierra y la economía local además de ser interesante para la salud de todos. Nos llegan principalmente de Canarias, donde crecen en racimos, de un arbusto hermoso y casi perenne que muere y rebrota de raíz después de cada fructificación. Comerlo fresco nutre, es dulce y sabroso, muy adecuado para los niños, los ancianos y los convalecientes, para quienes tienen un apetito desaforado y para las personas nerviosas. Pero hay que saber elegirlo y comerlo, pues tenerlo cerca no quiere decir que lo conozcas bien.
Originario de Malasia, a este fruto de la Musa acuminata Colla se le llama originariamente banana o banano cuando son variedades que se cocinan –más grandes pero con menos dulzor– y plantain o plátano a los que se comen crudos, aunque la denominación de “Plátano de Canarias” es actualmente una Indicación Geográfica Protegida, sello establecido por la UE. Ha llegado a ser la fruta más cultivada en todas las zonas tropicales del planeta y en las subtropicales como Madeira, Israel, Sudáfrica, y especialmente en Canarias, donde la producción anual oscila entre 350– 400 mil toneladas, con un porcentaje creciente de producción ecológica que en 2014 fueron unas 225 hectáreas, algo más de 4.000 toneladas. ¿Pocas? Sí, todavía. Pero con tu consumo puede cambiar este paisaje.
¿Qué ventajas nos ofrece que sea plátano ecológico? Si tienes hijos o si tienes sensibilidad para cuidar de la infancia, la seguridad de ofrecerles algo sano, la ternura de ver a un niño desayunando o merendando feliz un plátano maduro, en su punto, amarillo oro por fuera –con motitas negras en algunas variedades– y de color crema por dentro de su maravilloso “envase” biodegradable. Para empezar, ese plátano ecológico no contiene restos de plaguicidas, es más nutritivo, aporta más calcio, más magnesio, más zinc… y otros beneficios que no son claramente apreciables en análisis sólo cuantitativos. Sacia más, porque es más denso, pero por ejemplo en aroma y sabor la diferencia de un plátano canario convencional de otro ecológico no es tan contundente como sucede con otras frutas. Esto se debe a que en su mayoría los plátanos canarios se siguen cultivando de forma tradicional, con estercolados periódicos o con entrada del ganado en la finca, con un manejo integrado… Están a un paso de ser plenamente ecológicos, pero hay que ayudarles a dar ese paso, porque supondrá ahorro en agua para las tierras donde se cultiva, menor impacto para el medio ambiente y el entorno y mayor seguridad para el trabajo de los agricultores. Ellos quieren hacerlo bien, pero con nuestra compra diaria, ¿qué estamos fomentando? Un canario ilustre, investigador del CSIC, colaborador esta revista, Antonio Bello Pérez, fallecido en 2015, dejó escrito: “sólo existe un modelo agrario, que es aquel que se preocupa de la calidad de los alimentos, el respeto al territorio y la salud de los ciudadanos, basándose sobre todo en su alto valor social; esa es la Agricultura con mayúscula, la que reúne estos valores”.
La platanera puede emitir el racimo todo el año, pero ofrece los frutos más sabrosos ahora en invierno, de las floraciones de verano. El plátano combina bien con la leche (en batidos, helados, cremas…) y da cuerpo a macedonias y galletas; lo podrás deshidratar… Ayudará a los niños en su crecimiento, en el desarrollo del sistema óseo; a los convalecientes porque regenera los glóbulos rojos y ayuda al cuerpo a depurarse, y con sus esencias, ese aroma que le caracteriza, estimula la secreción de jugos digestivos. Su éxito en los trópicos se debe a que mitiga la sed y remineraliza. Contiene sobre todo fósforo y hierro; es rico en vitaminas A, B y C, en proteínas, lípidos, azúcares… que ayudan a quienes hacen un trabajo intelectual, a personas nerviosas, o deprimidas, y a las de estómago delicado. La condición es masticarlos bien y comerlos maduros, porque así son muy digestivos (ni ácido ni alcalino, semibásico), perfectamente asimilables; en cambio si los comes verdes estás tomando un almidón que cuesta digerir y asimilar, de ahí que den gases o generen estreñimiento. Ecológico, maduro y de Canarias. Elegir bien está en nuestra mano. Cada día.
Texto: Rosa Barasoain