¿Por qué se le llamó mandarina a esta pequeña fruta de color naranja, de piel fina y aromática, con gajos menudos y suaves? El mandarín es la lengua oficial en la hoy República Popular de China, y se llamaba mandarín a un mandatario entre escriba, burócrata y erudito, seleccionado tras arduos exámenes, o por ser de la nobleza. El nombre botánico de Citrus nobilis haría referencia a este último aspecto, y se lo dieron los españoles en el s. XVI. En una sociedad tan jerarquizada como la China clásica, el emperador vestía de amarillo como el sol –y le seguía una escala de colores en honor a la agricultura– ¿se vestía el noble mandarían de naranja? Entramos en la leyenda, porque desde que los viajeros trajeron de Asia a este arbolillo siempre verde, de finas flores aromáticas, hasta que fue reconocida en todo el mundo como la deliciosa fruta que es, pasaron muchos siglos y muchas aventuras

Es curioso, la mandarina nos llegó de Asia por su belleza delicada, como un arbolillo exótico y ornamental de cuyas frutillas se decía que eran venenosas. Siglos atrás ya se habían cultivado otros cítricos en los huertos y jardines andalusíes, traídos desde África porque los médicos y jardineros árabes sabían de los méritos de estas frutas. Pero los había cubierto el olvido porque, como pasa tantas veces, para reafirmarse en una identidad se hizo lo contrario de lo que aquellos pueblos llamados infieles hacían. Ser cristiano viejo era renegar de los baños, de la sensualidad, del exotismo de las flores en la huerta y en el plato… No fue hasta principios del s. XVIII cuando el párroco de Carcaixent quiso ayudar a sus feligreses y logró que se hicieran las primeras plantaciones de cítricos y así es hoy la cuna de la naranja, y de la mandarina, similar como alimento pero más delicada en su cultivo. El mandarino es muy sensible a las inclemencias, sus flores se pierden por debajo de 0 ºC, y como me explica Jordi, citricultor ecológico de la zona de Carcaixent: “Si llueve demasiado se estropean, la piel empieza a deshacerse. En cambio la naranja aguanta. También es más sensible a las plagas, especialmente al piojo y a la araña, pero cuando la finca se cultiva sin plaguicidas, aplicando compost a la tierra, y con diversidad de variedades, la biodiversidad se ocupa de ese control”.

Somos los segundos productores mundiales de cítricos, con una producción de mandarina ecológica en 2018 de 53.800 toneladas (34.498 t en Andalucía; 14.620 t en la Comunidad Valenciana; 4.120 t en Murcia y 370 t en el sur de Cataluña). Francia, Alemania, Suecia… valoran tanto nuestros cítricos que los importan por toneladas, y al no tenerlas tan a mano hacen, por ejemplo, conserva de sus gajos, la añaden a las ensaladas y elaboran dulces. Una mermelada de mandarina con sirope de ágave y un poco de agaragar resulta deliciosa y se aprovecha toda, incluso la piel, algo que sólo puede hacerse cuando la fruta es ecológica, sin residuos de plaguicidas, sin ceras ni tratamientos para resaltar su color.

La mandarina, con un poco menos de azúcar que la naranja, es como ella muy aconsejable por sus propiedades desintoxicantes, porque mejora la función intestinal y por sus vitaminas (C, A, PP…) así como calcio, hierro, magnesio. Qué placer tomarse un zumo de mandarina recién exprimida. Además de ser digestiva influye benéficamente en la tensión arterial y tiene una acción sedante por su contenido en bromo. Es asimismo un ingrediente utilizado en productos de cosmética.

Las tenemos muy a mano, casi a lo largo del año y para todos los gustos: en septiembre las variedades más tempranas, “Okitsu” e “Iwasaki”, de la familia “Satsuma”, oriundas del Japón; soportan un poco más el frío, son agridulces, especiales para zumo y tienen la particularidad de su tono verde por fuera, porque maduran antes por dentro. En octubre se recolectan las dulces “Clementinas” cuyo nombre proviene de un abad francés, Clement Rodier, que las cultivaba en un orfanato en Orán (Argelia). De ellas en Levante se han conseguido subvariedades tempranas como “C. Marisol”, “C. Orogrande”… En noviembre y hasta Navidades tenemos las “Clementina” por excelencia, las “Nuleras”, que proceden de esta ciudad valenciana y son especialmente dulces y fáciles de pelar. De diciembre hasta abril se cosechan híbridos espontáneos de naranja-mandarina, o bien grandes, con pepitas, no tan fáciles de pelar, pero riquísimas de sabor y dulces como las “Clemenvilla”, o bien pequeñas y de piel muy pegada como las “Ortanique”, espectaculares en zumo. Con este calendario (y sólo hemos citado algunas variedades) podremos seguir tomando mandarina fresca hasta mayo, incluso junio. Alegres mandarinas que contribuyen a mantener y respetar el ecosistema, a mantener la belleza y la economía locales, esta es la Cultura Ecológica. ¡Salud!

Texto: Rosa Barasoain