El color y aroma de la fresa nos resultan irresistibles. El ser humano las ha recolectado en el bosque desde la noche de los tiempos, pero sólo se la cultiva desde el s. XVII, época en que los jardineros se esforzaron en obtener para un rey francés todos los placeres comestibles, contagiando el interés a viveristas de muchos países. Su valor medicinal también ha tardado en llegar. Todavía en el s. XII se lo negaban, luego se valoraron sus hojas y raíces, ¿y hoy? Es una fruta omnipresente, una “mercancía” tan demandada que la agricultura química abusa de su monocultivo todo el año hasta hacerla tóxica. Por eso sólo es medicinal cultivada en ecológico –el mejor argumento es probarlas– de cerca, recogida madura, a partir de ahí es cuando las investigaciones médicas siguen encontrándole ventajas

A la pequeña y escondida fresa silvestre, que en la época clásica era emblema de bondad, el botánico Matthäus Silvatius en el siglo XIV le puso el nombre latino Fragaria (del latín fragare: que tiene perfume agradable) y Linneo, el segundo nombre, vesca (delgada). Pero no fue hasta 1700 cuando se avanzó en su cultivo, gracias a esforzados jardineros franceses y en general europeos. Empeñados en conseguir variedades de mayor tamaño las cruzaron con fresones americanos, grandes pero insípidos, como el gigante de Chile, y el de Virginia, obteniendo la Fragaria x ananassa. Obtenido el tamaño, la meta fue sabor y aroma, y así fueron recombinándose con fresas europeas, de bosque, de montaña… hasta obtener por ejemplo las tradicionales fresas “de Aranjuez”, rescatadas hoy de su casi desaparición, o la sabrosísima y delicada “Mara de bois”, que se cultiva ecológica en Madrid, y hay más, cultivadas también en ecológico, principalmente en Andalucía. Imposible citar aquí ni la mitad de las variedades, pero sepamos que pueden ser no reflorescentes, con una sola producción temprana en primavera; o reflorescentes, con una producción más tardía, en verano y luego otra que se prolonga en otoño; y por último las ornamentales.

Para algunos expertos lo mejor es reproducirla por sus aquenos, esas semillitas que aparecen en el exterior de la pulpa o falso fruto, recogiéndolos de fresas bien maduras, para sembrarlos en marzo; otros recomiendan recoger la planta en otoño y guardarla envuelta en papel en el frigo para volverla a plantar a finales de otoño, para que vaya aclimatándose al frío del invierno, y lo mismo si trasplantamos las plantas obtenidas de sus estolones. Porque a la fresa le gusta extenderse (strawberry vendría de to strew, dispersar, extenderse), le gusta el caballón y la tierra fresca, en recuerdo del bosque, con riegos continuados, pero no abundantes; una tierra suelta, nitrogenada, sin exceso de caliza (daría lugar a la clorosis). Pero lo esencial como alimento-medicina es que sea ecológica y de cerca, porque una buena fresa no puede durar más de 3 días (salvo congelarlas, o hacer con ellas desde mermeladas, siropes, helados…).

¿Se puede decir que es medicinal? Sí, es una fruta alcalinizante, tónica y remineralizante (magnesio, calcio, fósforo y hierro y otros oligoelementos) con vitaminas B, C en abundancia; es refrescante, diurética y depurativa; su contenido en sílice las hace muy recomendables; son laxantes y su ácido salicílico va muy bien para artritis, reuma, gota, cálculos, hepatitis, para depurar… Su jugo rejuvenece el cutis, al que dan tersura y suavidad, sin olvidar la infusión de sus hojas, utilizadas para problemas de vejiga, cálculos y diversos trastornos digestivos. En cuanto a sus aquenos, el último hallazgo médico es que contienen ácido elágico, con propiedades anticancerosas.

Pero todos estos valores se anulan cuando son de fuera de estación, cargadas de plaguicidas (es de las frutas más tratadas en convencional) especialmente antibotríticos –peligrosos para los trabajadores y para el consumidor–con abonados químicos que dan lugar a alergias injustamente atribuidas a la fruta, o irradiadas para que no se pudran… Agotar tierras y acuíferos, cubrir el paisaje de invernaderos para su forzado, eso no podemos apoyarlo, no serán alimentos sino mercancías tóxicas. Comer unas buenas fresas maduras en la mata, de cercanía, en primavera y alargando el verano, ecológicas, es la única manera de disfrutar de las bondades tan salutíferas que la humanidad ha ido descubriendo en ellas.

Texto: Rosa Barasoain