Las dos madres

Este cuadro de 1889 De Giovanni Segantini inspira placidez, calma, dedicación amorosa, palabras que resuenan al contemplar la escena. Casi sentimos cómo esa placidez se extiende a toda la granja, a la casa y a las tierras. Esta cálida luz detiene nuestra mirada y nuestra prisa, evoca una educación en la sencillez, en el trabajo bien hecho, en el respeto y cariño a los animales de la granja que ese niño o niña sentirá en cuanto crezca.
Para las criaturas el alimento nutricio, para las tierras ese estiércol que se transformará sin duda en bálsamo fertilizador en vez del frío y seco abono mineral. Incluso alguien ajeno al sentido de la ganadería percibe que ahí no huele mal, no hay dolor, ni falta de espacio, nada que asemeje a una granja industrial, para la que es como un antídoto. Los animales no son objetos sino verdaderos seres cuidados y cuidadores. El artista ha logrado hacernos evocar y también soñar, paso previo a trabajar ya en el cambio para un buen mañana.
Rosa Barasoain