Claves para el éxito del cultivo del guisante

El guisante (Pisum sativum L.) también llamado arveja o chícharo es una hortaliza anual de la familia de las Leguminosas por lo que, aparte de sus cualidades nutritivas, es un mejorador de la tierra gracias a que fija el nitrógeno atmosférico. El guisante forrajero es también un excelente abono verde para el huerto ecológico.
Existen multitud de variedades y se pueden clasificar por diversos conceptos:
• Precocidad: tempranos, medios y tardíos.
• Forma de la semilla en la madurez: lisos o arrugados.
• Color de la semilla madura: verde, amarillo o blanco.
• Tamaño de la planta: mata baja o enana cuando su altura es menor de 0,4 m (tirabeque “Capuchino”); semienrame, entre 0,8 y 1 m (“Rondo”); enrame, cuando alcanza de 1,5 a 2 m (“Maravilla d’Etampes”).
• Utilización: para su consumo en grano y para su consumo con vaina (tirabeques, bisaltos o cometodo).
Condiciones medioambientales
El guisante gusta de climas frescos y no excesivamente lluviosos. Tiene una gran resistencia a las heladas, ya que permite temperaturas de hasta -2 °C. Crece de manera óptima entre 16 °C y 20 °C. Requiere tierras trabajadas en profundidad, frescas, aireadas y mullidas.
Siembra
El momento de la siembra va a depender del clima del lugar donde se vayan a cultivar. En zonas cálidas se puede sembrar desde octubre, para tener cosechas tempranas. En regiones más frías se deberá esperar a mediados de febrero, ya que se corre el riesgo de que no llegue a germinar o muera por bajas temperaturas. (Puede llegar vivo a la primavera pero con crecimiento parado durante semanas verá mermada su producción). En muchas ocasiones los sembrados en febrero adelantan en altura y vigor a los sembrados en otoño que han pasado un frío invierno.
Para la siembra se abre un surco y se deja caer una semilla cada 2 o 3 cm o bien se deja caer 4 o 5 semillas separadas 10 cm. La distancia entre líneas va desde los 40 cm hasta los 60 cm, según el porte de la variedad. Las semillas se tienen que enterrar unos 4 cm. No se recomienda su trasplante desde semillero, sino la siembra directa en terreno.
Cuidados
En principio la planta del guisante no necesita ni abonado ni riego aunque dependerá mucho de la zona de cultivo. Cuando le haya precedido un cultivo muy esquilmante o en tierras muy pobres en materia orgánica, se puede adicionar de 2 a 3 kg/m2 de compost. En tierras muy calizas no se suele dar muy bien pues sufren clorosis férrica. Si el invierno está siendo demasiado seco y la tierra lo necesita, se puede regar de forma copiosa y espaciada, especialmente después de la floración. Para evitar encharcamientos cerca del cuello de la planta de guisante es recomendable aporcarlos ligeramente y después le haremos algunos binados o escardas procurando no hacerlo muy profundamente para evitar daños en las raíces. Si queremos evitarnos hacer escardas es muy interesante sembrar rabanitos o nabos entre líneas de guisante. Tengamos en cuenta que se asocia bien con todos los cultivos a excepción de ajos y cebollas, porque inhiben su crecimiento.
Entutorado
El entutorado de los guisantes será necesario en las variedades de enrame y su ejecución difiere bastante del entutorado del tomate, ya que los guisantes tienen zarcillos con los que se irán agarrando, sin necesidad de atarlos como hacemos con los tomates. Pero los zarcillos por sí solos difícilmente se van a agarrar a las cañas de entutorado por ser demasiado gruesas, por ello es recomendable usar unas más finas o malla sujeta con varias cañas de entre 1,5 m y 1,8 m de alto, o tutores de madera, de hierro o de plástico. Podemos utilizar desde mallas plásticas de obra a mallas metálicas de gallinero. La colocación es bastante sencilla, simplemente hay que clavar las varas cada metro y atarlas a la vara mediante cuerda o bridas. Con una malla de un metro y medio de alto será más que suficiente. Se suele colocar cuando han germinado los guisantes y la planta tiene una altura de unos 10-15 cm. Simplemente habrá que acercar las plantas a la malla para ayudarlas a encontrar su sujeción.
Problemas
Más allá de protegerlos de babosas y pájaros, su mayor problema es el oídio al final de su cultivo, cuando las temperaturas suben por encima de los 20 °C. En principio, con una aplicación de cola de caballo preventiva será suficiente. En caso de afección grave habrá que recurrir a aplicaciones de azufre mezclado con algas lithothamne.
Alexei Cortina