Cuidados de la sandía

La sandía procede del trópico africano, de ahí que le guste el calor en la tierra y no le vaya bien el acolchado con paja, sino con compost. Para no tener problemas y lograr frutos sabrosos habremos elegido una variedad tradicional y preparado la tierra echando un buen capazo de compost. Los riegos al inicio habrán sido someros para que enraice, pero ahora serán más frecuentes y prolongados de manera que la tierra esté siempre fresca pero no encharcada y sobre todo nunca mojarle las hojas.
Con estos cuidados serán limitados los problemas de hongos como el fusarium y verticilium (la planta parece seca, como si le faltara agua, y muere). Para el oidio (un micelio blanco como un polvillo blanco que aparece sobre las hojas) el remedio es aplicar azufre en polvo, poniéndolo bajo la planta, sobre la tierra, para que con el calor se evapore y afecte al hongo sin dañar a las hojas. Un tratamiento a ensayar, que está dando resultados, es aplicar leche diluida en agua al 10% cada 15 días.
En veranos lluviosos o riegos inadecuados puede aparecer el mildiu, que se previene aplicando extractos de plantas como la cola de caballo o preparados con sales de cobre (caldo bordelés), con las limitaciones que indica el Reglamento de agricultura ecológica.
En caso de araña roja, que se desarrolla en el envés de las hojas y chupa la savia, se nota que las hojas cambian de color y se resecan. Aplicar azufre fuera de las horas de calor.
A la hora de recolectar, para distinguir cuándo está madura la sandía miremos la parte que toca a la tierra. Antes estaba blanca y ahora deberá ser casi amarilla; los zarcillos y dos pequeñas hojas junto al fruto se habrán secado y al golpear con los nudillos o darle una palmada, el sonido de fruta madura es inconfundible. Hay que ensayar.