Proteger los cultivos del exceso de calor estival

El sol, tan importante y necesario en la primavera para calentar la tierra después del invierno, en la canícula puede llegar a ser destructivo. De ahí la importancia de proteger los cultivos, para que por ejemplo las lechugas no se espiguen y crezcan tiernas y suaves y los rábanos no sean tan picantes, y lo mismo las espinacas, las zanahorias y por supuesto todas las plantitas que trasplantemos. En el huerto ecológico, además de poner un acolchado, poner un sombreado a los cultivos nos permitirá ahorrar en riegos, la evaporación será mucho menos intensa.
Para un sombreado natural la orientación ideal de las hileras es de Norte a Sur, porque asegura a las plantas un máximo de luz, pero hay que protegerlas del golpe de calor a partir del mediodía, por el Sur y el Oeste. Lo haremos plantando un seto de hoja caduca al Sur y Suroeste, que se haga lo suficientemente alto, pero controlando su anchura para que no ocupe la zona de cultivo. O podemos intercalar entre los cultivos plantas más altas: maíz, girasoles, alubias de enrame sujetas en red vertical. Si tenemos una valla divisoria al Sur y al Oeste podemos cubrirla con enredaderas, de manera que haga de seto. Ocupa poco espacio y será cortavientos y refugio para fauna auxiliar.
Otra forma de sombreado es encalar los invernaderos, pero en cultivos al aire libre mejor es colocar umbráculos o estructuras ligeras sobre las que apoyar cañizos o, algo más ligero, las llamadas mallas de sombra, tejidas en polietileno. Son fáciles de retirar y de sujetar y frenan el sol en diferente proporción, dependerá de la altura a la que pongamos la malla y de si son más o menos tupidas. Según la zona donde cultivamos podemos tomar como referencia que en Inglaterra se sombrea con una malla del 30% de sombra, del 70% en el sur de Francia, y del 80-90% en Marruecos.