Cultivo en terrazas

Si dispones de un terreno con pendiente y quieres cultivar en él te animamos a que construyas terrazas con bancales, para aprovechar ese terreno que creías baldío. A veces la configuración de las terrazas dificulta la mecanización de los laboreos, pero tienen la ventaja de proteger a la tierra de la erosión filtrando el agua y evitando que la tierra fértil sea arrastrada en una tormenta, como suele ocurrir en la región mediterránea. Un ejemplo es el cultivo del olivo en Mallorca, donde las terrazas de olivares constituyen uno de los paisajes más emblemáticos y típicos de la isla. En general, la Serra de Tramuntana presenta abruptas escarpaduras impracticables sobre el mar y laderas más suaves por el sur. Las terrazas de la Serra se orientan hacia el sur, por una parte aprovechando las pendientes y la máxima insolación y por otra evitando los vientos fríos del norte para así poder cultivar olivos. Otra de las ventajas de cultivar en terrazas es que pueden retener gran cantidad de agua y prueba de ello es el cultivo de arroz en terreno inundado.
A día de hoy, es habitual encontrar frutales en terrazas en las Islas Baleares, en todo el Levante y en las montañas andaluzas. Un caso especial son las Islas Canarias donde gran parte del cultivo hortofrutícola está aterrazado, debido a su accidentada orografía. Cuanta más pendiente tenga el terreno más estrecho será el bancal, llegando a veces a ser de sólo dos hileras de plantas, como en el caso de la isla de La Gomera. Constituyen un espacio idóneo para alojar pequeños huertos, fruticultura o plantas medicinales. En otros casos, los bancales constituyen espacios idóneos para mantener cultivos como la vid, hermosos ejemplos los de la Ribera Sacra (Galicia) o el Alto Douro (Portugal). Para construir las terrazas hay que excavar franjas de terreno paralelas a las curvas de nivel y sujetar esa tierra mediante muros de piedra seca que sostengan el bancal superior. Además de contener el terreno, los muros de piedra seca filtran el agua; por el contrario, las paredes con piedra y cemento caen y las construidas con piedra y barro pueden albergar semillas de plantas que al desarrollarse ponen en riesgo el propio muro.
Para su construcción es importante hacer un buen cimiento, hay que excavar una zanja de 10-20 cm de profundidad y unos 50 cm de ancho. Así evitaremos que las rocas se deslicen hacia delante por la presión de la tierra que sujetan. Necesitaremos la piedra del lugar, una maza y cuerdas para ir alineando bien tanto en la horizontal como en la vertical. Es importante que las piedras estén bien asentadas, que no presenten holgura y deben quedar trabadas entre sí para que la pared sea más estable y resistente (ver parte práctica del libro La piedra seca, en esta editorial).
Alexei Cortina