El ajenjo es de esas plantas imprescindibles que conviene conocer para buscarles un rincón en nuestros campos o introducirlas en bandas florales en el vergel y así contribuir a una benéfica biodiversidad. Su peculiar aroma atrae a infinidad de insectos auxiliares que se alimentan de sus hojas. En cambio, si la utilizamos para preparar extractos, debido a sus intensas esencias nos servirá como repelente, incluso como insecticida y fungicida, además de otras propiedades que forman parte de toda una leyenda.

Tradicionalmente en los huertos siempre se buscaba un lugar para el ajenjo. Sus amplias virtudes medicinales en humanos y en aplicaciones veterinarias la convirtieron en una planta esencial en la vida de los campesinos.

El ajenjo (Artemisia absenthis) está incluido entre las artemisas, plantas compuestas apreciadas por sus propiedades aromáticas y medicinales. Con ellas combina muy bien: el santónico (Artemisia cina), la artemisa común (A. vulgaris), la manzanilla real (A. granatensis), la ontina (A. herba-alba) y otras.

Con el ajenjo se preparan tisanas para malas digestiones, flatulencias, falta de apetito o irritación de la vesícula biliar, también para expulsar lombrices intestinales. Pero la tuyona, una de las fuertes sustancias que contiene el ajenjo, es muy tóxica, afecta al cerebro y al sistema nervioso, es incluso una sustancia abortiva, por eso su empleo como planta medicinal debe realizarse con moderación.

Su valor en agricultura es por sus propiedades repelente, insecticidas y fungicida. Precisamente es este aceite esencial, la tuyona, el que resulta muy eficaz para alejar insectos molestos, para repeler incluso a las pulgas y piojos. La sabiduría tradicional lo conocía, por eso en los armarios se ponían ramos de ajenjo en flor contra la polilla, o en los gallineros en las camas de los animales donde hay piojos o para ahuyentar las pulgas.

Hay otra sustancia que contiene el ajenjo y al que debemos prestar atención a la hora de asociarla con otras plantas. Por sus hojas y raíces el ajenjo emite un glucósido muy amargo llamada absintiína. El agua de lluvia y el rocío la arrastran llevándola a las plantas vecinas, por eso ejerce una acción más allá de su espacio restringiendo el crecimiento de las otras. Esta sustancia inhibidora continúa después de cortada la planta, por eso no debemos echarla en el compost (tampoco los restos de hacer su extracto), porque al igual que las hojas de nogal, frena la fermentación.

Su valor en agricultura es por sus propiedades repelente, insecticidas y fungicida. El intenso olor del ajenjo aleja a la mosca de la col, a babosas, pulgones y gusanos de la fruta. Podemos aprovechar este efecto repelente en el momento de la puesta de la mariposa de la col y de la carpocapsa, aplicando una infusión realizada con un puñado de hojas frescas en 1 litro de agua durante un cuarto de hora, después diluir al 20%.
Para repeler el pulgón verde o negro (en el cerezo) haremos una infusión con 100g de planta seca en 1 litro de agua. Diluir después al 20%. Si la pululación persiste aplicaremos seguidamente un tratamiento con ajo.

Como insecticida contra la carpocapsa haremos una maceración poniendo 500gr de hojas sin tallos, troceadas, en 3 litros de agua durante 24 horas. Aplicaremos tres tratamientos en tres días, diluido al 10%. Para un efecto mayor esta maceración se puede mezclar con las de ajenjo y ruibarbo. Si el problema es de hongos, por ejemplo contra la roya del grosellero, aplicar el extracto fermentado de ajenjo, sin diluir, es un buen fungicida. Se prepara con 1kg de planta fresca en 10 litros de agua, puesta a macerar durante algunos días. Para pulverizaciones sobre las hojas se diluye al 5%. Pulverizado puro sobre la tierra el extracto de ajenjo repele a las babosas.
Recordad que lo mejor es emplear siempre agua de lluvia y que el ajenjo en flor es el de más propiedades.