Precisar las siembras de otoño

Decir plantaciones y siembras de otoño puede ser impreciso. El otoño dura 3 meses y multiplicado por los casi 4 millones de hectáreas de regadío del Estado español generan un abanico de posibilidades. A todas las huertas no llega el frío ni la primavera en el mismo mes. Hay inviernos más rigurosos que otros y tierras que se pueden trabajar en otoño mientras que en otras hay que adelantarse a la lluvia para realizar los últimos trabajos hasta primavera. Por eso conviene conocer las consecuencias de adelantar o retrasar la implantación otoñal de un cultivo. Lo más determinante es en qué estado llega el cultivo a primavera o acaba el otoño. Veamos caso por caso.
Leguminosas: guisantes y habas principalmente. Hay zonas en las que incluso esperan a primavera ya que aguantan heladas moderadas pero no persistentes, con variedades adecuadas a cada estación, siendo las de primavera de ciclo más corto que las de otoño, es decir, dan flor en menos tiempo desde la siembra.
En zonas donde se admite su siembra otoñal son el calor y las heladas los factores limitantes y, por tanto, determinan el momento ideal de sembrar. En regiones cálidas libres de heladas cosechamos ya en invierno, por lo que interesa en principio adelantar la siembra todo lo que el calor permita. Dependiendo de lo que se alarguen las temperaturas suaves en primavera es interesante escalonar siembras en estos climas, los más adecuados para el cultivo de leguminosas.
En zonas más frías debemos huir de las heladas, sobre todo de las tardías de primavera que afectan a las flores, la parte más sensible y de la que depende más la cosecha. Para ello retrasaremos las siembras hasta bien entrado el otoño. Si tardamos demasiado se presentan dos riesgos: una mala germinación por estar la tierra fría, o que la producción venga tarde y el calor acorte la buena salud de la planta y las flores. Como habréis deducido es muy importante conocer el número de días que van desde la siembra hasta la floración, algo que cambia con cada variedad y en menor medida con el clima. Si preguntáis a la persona adecuada en vuestra zona os resumirá toda esta parrafada en un puñado de semillas de variedad local y un santo: “toma, ponlas el día de San fulanito”.
Cultivos de hoja como acelgas, lechugas y borrajas: también permiten prolongar las últimas plantaciones hasta bien entrado el otoño, con dos momentos clave: uno a principios de otoño, en que crecerán con los últimos días suaves y algo más largos antes del invierno, y que aguantarán paradas, pero con un tamaño apto para el consumo salvo que este venga muy cálido, en cuyo caso podrían subirse a flor. El segundo momento clave es a mitades de otoño, una plantación con vistas a cosechar en primavera. Tenemos que plantarla con el tiempo suficiente para que agarre (unos 15 días después del trasplante) y crezca al menos un tercio de su tamaño final. Los dos tercios restantes los crecerá ya a la salida del invierno o principio de primavera, momento en el que tendremos que estar muy atentos para cosecharla antes de que suba a flor, pues será su prioridad en cuanto note que los días comienzan a alargar. Podemos deducir entonces que la plantación de principios de septiembre ha de ser más amplia que la arriesgada plantación de mitad de otoño, ya que mientras la primera será nuestra despensa durante los 3 meses de invierno, la segunda es muy dependiente de cómo venga la primavera siguiente, y venga como venga será una cosecha que no podremos prolongar mucho en el tiempo. Para no agravar esta sensibilidad a las plantas hay que evitarles cualquier tipo de estrés, siendo el riego el factor más influyente.
Brócolis y repollos: se les puede aplicar lo anterior de cultivos de hoja. Podemos completar casi la totalidad de su ciclo durante el otoño y consumirlos durante el invierno, pero haríamos una plantación más tardía en mitad del otoño para consumirlos a principios de primavera, cuando los anteriores se hayan espigado.
CERAI Aragón. Equipo de Dinamización Local Agroecológica