La onagra, rústica y hospitalaria

Las onagras son plantas vagabundas que nos trajeron desde América hacia 1600 por su belleza ornamental. Desde los jardines, sus semillas vagaron por los campos, se asilvestraron y se adaptaron como plantas pioneras, de manera que en terrenos removidos, incultos y arcillosos pero soleados, crecen a una altura que casi alcanza los dos metros. Es una planta bienal, que florece al segundo año de vida.
Pasa el invierno en forma de una hermosa roseta y al verano siguiente, entre junio y octubre, nos deleita con una floración aromática y continuada, luego las abundantes vainas se secan y se abren para dejar caer la pequeñas semillas, de manera que se resiembra al pie con suma facilidad.
Las flores de onagra, por ejemplo las de Oenothera biennis, de amarillo limón o las de Oenothera erythrosepala, de flores anchas amarillo claro, tienen otra peculiaridad. Son las llamadas “bellas de noche”, como el dondiego de noche, de origen andino, también de aroma delicado, llamadas así porque sus flores se abren al atardecer. Las de la onagra son efímeras, se marchitan por la mañana adquiriendo un tono más anaranjado, pero son seguidas de nuevas flores. Cada día, a la caída del sol, los pétalos se hinchan por encima de los sépalos y giran abriéndose en abanico, y como son tantas las corolas que se abren, podemos hablar de un puntual y aromático espectáculo que dura varios minutos.
La onagra, que en la antigüedad se cultivaba por sus raíces carnosas comestibles, hoy es muy apreciada por el aceite que se extrae de las semillas, rico sobre todo en omega-3. Se aplica en dietética y dermatología porque retrasa el envejecimiento de la piel, es calmante, suavizante, regenerador, reestructurante, revitalizante… la misma función que esta planta pionera ejerce en tierras desestructuradas, destruidas por la acción del hombre.
Interesante para los auxiliares
Además de por su belleza y sus propiedades, interesa introducirlas en nuestro campos y huertos por ser muy atractiva para los auxiliares. En un huerto, gracias a sus gruesas raíces, la onagra descompactará la tierra y le ayudará a recuperar su estructura, entre otras razones porque las profundas galerías que abre serán aprovechadas por la microfauna de la tierra, que es la que verdaderamente lo trabaja y enriquece. Sus flores atraerán a los carábidos y pequeños coleópteros, a sírfidos y abejas, pero sobre todo a las mariposas crepusculares o nocturnas que acuden a libar.
En otoño, las semillas oleaginosas de la onagra serán un buen alimento para diversidad de pájaros insectívoros, desde el pinzón, el verdecillo, el acentor común, la cardelina (jilguero), el carbonero, etc.. Durante todo el invierno, el primer año cubre la tierra en forma de roseta y el segundo, después de una larga floración, permanece erguida, con infinidad de vainas secas que filtran el viento y sirven de apoyo a las aves así como de refugio a infinidad de insectos.
Dónde situarla
De forma espontánea le gusta crecer en lugares abiertos, soleados, abandonados, donde aprovecha cualquier fractura para crecer y arraigar . De hecho es una especie de las clasificadas como ruderales –del latín ruderis, escombro–, por su afinidad con este tipo de restos de la actividad humana. En el huerto la instalaremos en un espacio soleado donde pueda resembrarse y multiplicarse a sus anchas, como planta pionera, junto a dedaleras y gramíneas forrajeras de excelente cobertura. Si descubrimos un buen ejemplar silvestre, podemos recoger sus semillas en otoño, cuando las vainas, de color oscuro cuando están secas, crujen y se resquebrajan si las apretamos entre los dedos.
Resiste al frío, y en sus raíces almacena el agua y los nutrientes que necesita, por eso es muy rústica. Soporta tanto las tierras calizas como las ácidas, pero si queremos tener ejemplares fuertes y aromáticos, con mucha flor, en otoño le aportaremos dos puñados de compost por pie. En junio podemos cortar la punta del ramo floral para favorecer brotes auxiliares que prolongarán la floración.
Para crear un hábitat, un lugar de refugio y de alimento para depredadores y enemigos naturales, la onagra la podemos acompañar de otras vivaces que florecen también en verano como las aster , nepetas, dalias, gramíneas, lavandas… No olvidemos que los enemigos naturales dependen de estos hábitats de refugio, y por ello es conveniente buscar un momento en nuestras tareas para crearlos.