Más argumentos para incorporar abonos verdes en nuestra rotación

El otoño suele ser la estación habitual para sembrar un abono verde, ya que es una época en la que probablemente ahorraremos en su riego. Además, se empieza a liberar espacio tras levantar las codiciadas hortalizas de verano. Pero los abonos verdes todavía son vistos con recelo, tal vez porque su cosecha se da bajo tierra y por tanto se reparte entre los demás cultivos de la rotación, como si se preguntaran, “¿vale tanto la pena como para dedicar recursos a un cultivo que voy a enterrar?” La respuesta es sí, y por eso en este número queremos romper una lanza en su favor. Más que ahondar en cuestiones de manejo nos centraremos en algunos aspectos económicos (en su acepción no usurpada por el capitalismo). Los abonos verdes cumplen, como pocos, la máxima agroecológica de que un trabajo ofrezca múltiples funciones: alimentan la tierra, la fertilizan, la dejan más suelta, controlan las adventicias, reciclan nutrientes, promueven la fauna auxiliar…
Lo más evidente es que al incorporar un abono verde aportamos al cultivo siguiente el equivalente a unos 0,4 kg/m2 de compost de excelente calidad. El coste en semilla y el coste del compost es similar, en torno a unos 8 céntimos por m2, pero existen algunas diferencias a favor del abono verde: protege la tierra durante el invierno y proporciona refugio para la fauna auxiliar. Además, si los recursos económicos son un problema, podemos utilizar como abonos verdes las hierbas espontáneas que crecen en nuestro huerto, controlando que no supongan problemas para siguientes cultivos.
La protección que los abonos verdes dan a la tierra incide en la economía de nuestro huerto. Si dejamos la tierra desnuda, podría perder hasta 15 veces más de nitrógeno, materia orgánica o calcio y hasta 10 veces más de fósforo. Si pensamos en las labores, la opción de abono verde podría parecer más trabajosa, ya que incorporamos dos labores ligeras adicionales, la siembra a voleo (que como hemos visto no es imprescindible) y la siega, frente a dos labradas para tierra desnuda, una en otoño y otra a la salida del invierno (que bien podrían no ser suficientes si queremos mantener lista la tierra para la plantación de primavera).
Ahora bien, si medimos nuestra economía en carbono o calorías (medidas mucho más justas si consideramos otras cuestiones), el abono verde capta energía solar y evita pérdidas por oxidación de materia orgánica, frente al gasto de combustible fósil que supone arar de forma mecanizada para mantener la tierra libre de costras y lista para plantar.
Por último, y ya que hablamos de economía, pocas formas más económicas y efectivas de acabar con invasiones de junquillos, gramas y otras vivaces poco deseadas, que asfixiarlas con abonos verdes de verano. Con ellos conseguiremos además un excelente aporte otoñal de precursores de humus estable.
CERAI Aragón. Equipo de Dinamización local Agroecológica