Cómo trabajamos la tierra es clave, requiere una atención especial y conocer cómo es nuestra tierra. Pero en general, lo que necesitan todas las tierras de labor es facilitar la vida que habita en ella, y que es la que realmente la hace fértil. Nuestra labor tendrá como finalidad dejarla mullida, que las raíces penetren con facilidad, pero nunca voltearla ni hacer labores demasiado profundas. No hay que descender más de 25 cm, pero sí haremos bien en romper la suela de labor si se hubiese formado y si no, es suficiente con que esté suelta en esos primeros 20-25 cm.

Evitaremos la compactación, causada tanto por el peso como por la vibración, de ahí la preferencia de utilizar o bien herramienta ligera (horca de doble mango, azada de rueda…) o bien tracción animal, y si utilizamos motocultor o tractor que sean de ruedas anchas y lo más ligeros posible, evitando las velocidades altas y una excesiva vibración. Tampoco es bueno dejar la tierra como harina, hay que dejarla con una estructura grumosa, un poco más fina en los primeros tres centímetros.

Salvo que estemos trabajando por primera vez una tierra inculta, los bancales y tierras ya sembradas con anterioridad no hace falta sino airearlas superficialmente, de manera que será fácil arrancar de raíz las adventicias, y luego mullirla en el caso de tierras con tendencia al apelmazado (calizas, limosas…), siempre sin voltear, porque estaremos sacando fuera a los anaerobios que mueren con el oxígeno y enterrando a los que necesitan aire. ¿Qué sucede si la labor es demasiado profunda?, que además de perturbar las diferentes capas con sus diferentes microorganismos estaremos remontando a la superficie la tierra más mineral, más estéril, y estaremos enterrando las capas más fértiles, dejando una superficie que tenderá a endurecerse, y además estaremos extrayendo semillas de adventicias que estaban latentes.

Es de vital importancia trabajar la tierra con tempero, es decir cuando no está ni demasiado húmeda ni demasiado seca, lo contrario daña la estructura de la tierra durante mucho tiempo. Si nuestra tierra es arcillosa y las primaveras húmedas, lo mejor es prepararla en otoño, en cambio una tierra ligera la prepararemos al final del invierno o justo antes de sembrar en primavera.

En clima húmedo, con tierras pesadas, lo ideal es hacer bancales elevados, que la airean y la secan antes, en cambio en zonas cálidas el bancal es preferible a ras de tierra o acolcharlo, para evitar la excesiva evaporación.