Expertos en la industria agroalimentaria y en políticas medioambientales y de sanidad han participado en este informe, titulado “Nuestro futuro en la Tierra”, en el que manifiestan cómo “el sistema alimentario y agrícola actual se ha convertido en uno de los principales impulsores de la crisis humana y del ecosistema, desde la deforestación, la pérdida de la vida silvestre y la degradación de la tierra, hasta la contaminación generalizada y la mala salud relacionada con la dieta”.
El documento analiza las políticas implementadas los últimos 70 años y muestra datos “devastadores” sobre la situación actual del Reino Unido. Décadas de política para producir alimentos cada vez más baratos ha creado consecuencias perjudiciales. Los precios que se pagan a los productores son bajos, y pese a que los alimentos en los supermercados tienen precios cada vez más baratos, el “verdadero coste de esas políticas simplemente se ha trasladado al resto de la sociedad: un entorno degradado, una espiral de mala salud y núcleos urbanos más pobres”. Como consecuencia, dice el informe, Reino Unido “tiene la tercera alimentación más barata entre los países desarrollados, pero el mayor riesgo de seguridad alimentaria en toda Europa”.
Otros resultados recogidos en el informe certifican que la agricultura convencional es responsable del 83% de las emisiones de amoníaco que contribuyen a la contaminación y del 11% de gases de efecto invernadero, y es la principal impulsora de la pérdida de vida silvestre. Desde 1970 ha disminuido un 67% el volumen de especies claves y un 13% se encuentra en peligro de extinción; o que la degradación de la tierra y el deterioro climático reducirán los campos de cereales en un 10% en 2050 y hasta un 50% en algunas regiones, “aumentando los niveles de malnutrición y hambruna, de desplazamientos y conflictos”.
En Reino Unido, destaca el informe, se cultiva alrededor del 72% de las tierras, pero sólo un 1% de la población trabaja en la agricultura. En los últimos 70 años la agricultura se ha centrado en aumentar la especialización, la química, la consolidación y el control sobre la Naturaleza, con “muchos agricultores simplemente como proveedores de materia prima para una industria de procesamiento”. En cambio, los investigadores quieren imaginar un futuro que valore la diversidad, trabaje con la Naturaleza, con agricultores capaces de asegurar su propia prosperidad y la de las generaciones futuras. “Las personas son parte del paisaje”, dicen, por lo que los organismos públicos deberían incentivar y respaldar su trabajo y conseguir, para 2021, que estas fuentes locales abastezcan el 40% de los alimentos que se consumen en el país, y escalar este objetivo hasta el 80% en siete años.
Para desarrollar su investigación, entre otras líneas, los investigadores consultaron alrededor de 1.000 propuestas políticas, organizaron grupos de trabajo y de discusión con la Administración, empresas y la sociedad civil, y viajaron por todo Reino Unido para conocer las opiniones de personas que ya están tomando medidas para enfrentar esta crisis, desde granjeros, escuelas, proyectos alimentarios en las ciudades, empresarios, grupos comunitarios… “La gente está tomando conciencia colectiva para luchar contra el cambio climático y el deterioro del ecosistema, y está invirtiendo en la salud y el bienestar de las comunidades”.
Inspirada en estos testimonios, la RSA ha elaborado una serie de recomendaciones para acelerar la transición hacia un sistema agrícola y de alimentos más sostenible, basadas en tres principios: la comida sana es asunto de todos; la agricultura es una fuerza para el cambio; y el campo tiene que ser provechoso para todos. Dichas medidas pasan por apoyar un “cambio radical” hacia la agroecología que “reduce la erosión de la tierra un 65% y aumenta su productividad en un 40%”, entre otros beneficios.
Este cambio radical también pasa por el surgimiento de líderes que puedan mantener unidas coaliciones de intereses en esta búsqueda de un mejor futuro compartido; y por establecer nuevas medidas económicas. El Comité Capital Natural ha establecido tres principios “convincentes” de cómo gastar el dinero público: que se destine a bienes públicos; que quien contamine, pague (no sólo en el medioambiente, sino también en la salud y el bienestar); y que la ganancia ambiental neta sea una ganancia social neta justa. Pero los investigadores creen que hay que ir más allá y promueven acciones para todos, respuestas radicales y prácticas que comprometen a ciudadanos, empresas, comunidades y políticos a actuar juntos.
Por último, el documento se complementa con la “Guía de campo para el futuro” que recoge las historias, experiencias y aprendizaje de esos agricultores, empresas y comunidades que han servido de inspiración a los investigadores para elaborar dichas recomendaciones.
El informe "Nuestro futuro en la Tierra" detalla cinco medidas para acelerar la transición hacia la agroecología en cada uno de los tres principios:
La comida sana es asunto de todos:
La agricultura es una fuerza para el cambio, desatando una cuarta revolución agrícola impulsada por valores públicos:
Un campo que sea provechoso para todos, y comunidades rurales como potencia para una economía justa y verde:
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