Los resultados, según señalan los autores del estudio, demuestran que los declives detectados en especies como las mariposas o las abejas silvestres “van en paralelo a una pérdida severa de la población total de insectos voladores, sugiriendo que no sólo las especies más vulnerables sino el conjunto de los insectos voladores ha sido diezmado en estas últimas décadas”.
Aunque las causas de este fenómeno no han sido analizadas en el estudio, los autores descartan que la explicación a un descenso tan importante de la población de insectos se encuentre en los cambios en el clima o en el paisaje, y apuntan a una posible relación con la intensificación agrícola. Las reservas naturales en las que se instalaron trampas para insectos –para recoger los datos del estudio– tenían un tamaño limitado, típico de los territorios fragmentados propios de Europa occidental, y prácticamente todas ellas (un 94%) estaban rodeadas por campos agrícolas. Eso lleva a los autores a considerar que “la creciente intensificación agrícola podría haber agravado esa reducción de la cantidad de insectos en las áreas protegidas en las últimas décadas”.
“La intensificación agrícola, con desaparición de márgenes de los campos y nuevos métodos de protección de cultivos, ha sido asociada a un declive general de la biodiversidad en plantas, insectos, pájaros y otras especies”, sostienen. La pérdida de población de insectos voladores lleva el problema un paso más allá, ya que “tendrá efectos en cascada a través de los niveles tróficos, además de otros muchos efectos sobre el ecosistema”.
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