Me gustaría saber cómo erradicar de alguna forma ecológica la “cochinilla del carmín” que se ha implantado en chumberas de mi zona. Fernando Gordillo Gómez, Arcos de la Frontera (Cádiz)

Respuesta de Javier López-Cepero
Lo. primero que le diría al lector es que hay dos especies de cochinilla que se pueden confundir. Una es la “cochinilla del carmín”, Dactylopius coccus, que normalmente no se considera plaga ya que se instala en la opuntia pero no llega a matar a la planta, es una especie de simbiosis y de hecho es la especie que se utiliza para –una vez seco y molido el insecto– sacar el colorante natural (rojo carmín) que sustituye al carísimo rojo púrpura que se usaba desde los tiempos de los romanos y que hoy aún se “cultiva” en Lanzarote, por ejemplo, y se usa como colorante natural en alimentos y en alguna bebida.

Hay otra especie de cochinilla, del mismo género pero de distinta especie, la Dactylopius opuntiae, que sí es plaga de la opuntia y llega a matar a la planta. Es un problema grave ya descrito en el sureste de la península y no existen formas conocidas de control, ni siquiera con plaguicidas químicos. Caso de ser esta la cochinilla a la que se refiere el lector, en producción ecológica sólo caben medidas físicas como lavar con jabón potásico para eliminar la capa cérea algodonosa y luego intentar mantenerla a raya con aceites minerales pero a muy bajo volumen, simplemente para asfixiar a las pequeñas larvas que puedan quedar. Como toda plaga nueva, su control es difícil hasta que se equilibre el sistema y aparezca algún enemigo natural (los habituales para cóccidos, como el Cryptolaemus, no son capaces de controlar la plaga). En el tratamiento no hay que mezclar jabón y aceite, porque tienen funciones distintas. Primero se aplica el jabón, a la dosis que indique la etiqueta ya que hay varias concentraciones pero puede ir de 0.75 a 1.5% ( de 7.5 a 15 cc/litro) y que sirve para disolver la capa de cera que protege a los insectos, causando su muerte. A continuación, unos días después, se puede aplicar el aceite (por ejemplo de parafina, que normalmente tiene un 83% de riqueza y se aplica al 1%, o sea, 10 cc/ litro). Sirve para asfixiar –efecto físico– las larvas o huevos y ovisacos que hayan podido quedar, y este es el tratamiento ideal que podría repetirse cada vez que se detecta el inicio de nuevos ataques.

Digo parafina y no aceite de nim (procedente de las semillas del árbol Azadirachta indica, pariente del árbol del “paraíso” o Melia azederach, pero con mucha más concentración de sustancias no sólo insecticidas, sino repelentes también). El problema es que la normativa comunitaria en materia de plaguicidas no recoge el aceite de nim como tal, sino la sustancia principal, que es la azadiractina, que si ha sido extraída de ese aceite sí estaría autorizada en producción ecológica. Pero el aceite de nim, que contiene muchas más sustancias aparte de la azadirachtina, no tiene registro como plaguicida.